"Hacía más de año que Don Basham pastoreaba esa congregación en Sharon. Hasta entonces, todo había sido una hermosa luna de miel, pero ahora estaban surgiendo los primeros problemas.
Antes de Sharon había tenido tres años exitosos en una congregación en Toronto (Canadá). Dios había respondido muchas oraciones y había hecho muchos milagros allí. Sin embargo, ahora, junto con la llegada de los problemas en Sharon le había sobrevenido la noticia de la trágica muerte de la esposa de uno de los líderes de su ex-congregación de Toronto, afectada por una severa epilepsia. Aunque tenía razones a su favor, Don sentía que alguna responsabilidad espiritual él tenía por aquella desgracia. Esto le había sumido una depresión, y en una fuerte sensación de terror que de tiempo en tiempo le sobrevenía.
Las reuniones de la iglesia perdieron para él todo atractivo, y su vida pastoral se vio reducida a una insoportable rutina. Como escape a todo ello, se refugió en el televisor, y especialmente en las películas de aviación, que eran sus favoritas.
Un miércoles, poco antes de dirigirse al culto de oración, encendió el televisor para ver las noticias de las 19,00 hrs. En realidad, lo que quería saber era qué película darían esa noche. Precisamente era una de sus favoritas, de modo que pensó en acortar la reunión para estar de vuelta a las 21,00. Mientras corría aceleradamente en su auto para iniciar la reunión a la hora, tuvo un fuerte remordimiento, así que detuvo el auto en un costado de la calle para pedirle perdón al Señor por lo que estaba maquinando. Dejaría que las cosas siguieran su curso normal.
Esa noche, al llegar a casa, tuvo un fuerte impulso de orar, para dejar zanjado delante del Señor un asunto. Se fue a la sala, y se quedó meditando sobre los problemas que lo aquejaban y sobre el escape que él había inventado.
De pronto, miró al televisor y le pareció que era como un Buda rechoncho y presuntuoso que lo miraba con su gran ojo apagado.
—Pero Señor – exclamó en voz alta – la televisión no es el problema. ¡El problema soy yo, Señor! Así no sirvo para nada, ¡ayúdame, por favor!
Entonces sintió una profunda paz, y supo que el Señor estaba con él en esa lucha. Aun más, supo que el problema ya estaba solucionado. Entonces dijo:
— ¡Adiós y Fuera con la televisión!
Sintió que había renunciado a algo, pero también sentía que debía dar un segundo paso. Un paso positivo de fe.
—Voy a levantarme a las cinco de la mañana todos los días. Voy a pasar dos horas contigo, Señor.
Cuando el despertador sonó a la mañana siguiente, se desprendió con dificultad de las sábanas, y se dirigió a la planta baja que, en la oscuridad, no lucía nada de atractiva. Encendió la lámpara que había junto al sillón y se sentó con la Biblia. El sueño lo vencía. A duras penas se mantuvo despierto las dos horas.
Los días siguientes fueron igualmente malos. Le costaba levantarse lo mismo que el primer día. Estuvo a punto de renunciar, pero una obstinada firmeza le hacía continuar.
Cuando avanzaba la segunda semana comenzó a abrirse una brecha. Al cabo de unos doce días la sala parecía que le daba una bienvenida. Experimentaba la serena tranquilidad de que allá en lo Alto alguien velaba y aprobaba su lucha por deshacerse de esa depresión. Su espíritu comenzó a responder a esa nueva rutina, y el silencio de la madrugada empezó a resultarle placentero. Aunque todavía le costaba salir de la cama, una vez en pie y vestido se sentía deseoso de empezar a orar. Sentía que estar en la presencia de Dios alimentaba su espíritu sediento tal como los rayos del sol nutren las plantas.
Más de alguna vez tuvo una firme oposición del enemigo, pero había comprobado vez tras vez el poder del nombre de Jesucristo para repeler sus ataques.
Exteriormente, también las cosas comenzaron a cambiar. Poco a poco, su predicación recuperó su antigua fuerza, desaparecieron los dolores de cabeza. Pronto comenzó a ver que Dios obraba de nuevo en su ministerio.
Tres meses después ya estaban sucediendo algunas cosas que le asombraron y que le demostraban que Dios le estaba guiando en un sentido definido. Este fue el comienzo de un poderoso ministerio de liberación, que ha traído bendición a incontables personas.
(Tomado de Líbranos del Mal, de Don Basham)
J&A
No hay comentarios:
Publicar un comentario